La misma constó de 8 encuentros mensuales, el cuarto sábado de cada mes, durante el cual teníamos que ir leyendo, trabajando y rezando abundante material que nos enviaban luego de cada sesión mensual.
La jornada estaba dividida en dos partes, por la mañana se exponían los temas propuestos, y dado que la modalidad era taller, siempre había un ida y vuelta, espacios para consultas, aclaraciones, etc.
Por la tarde, nos reuníamos por comunidades que se organizaron desde el comienzo del año, dado que lo inscriptos fuimos cerca de 60 personas – en su gran mayoría laicos que viven el carisma y trabajan con jesuitas -, y realizábamos lo que se denominaba la parte práctica de la Escuela, la cual constaba de ejercicios de acompañamiento, análisis de casos, compartir mociones y experiencias en esta misión-tarea, etc. Esto nos enriqueció enormemente como grupo pequeño y luego como grupo grande cuando volvíamos y compartíamos lo trabajado
A lo largo del año realizamos un trabajo práctico que consistió en un caso de acompañamiento, Estela y Agustín supervisaban esto y nos acompañaban a nosotros con correcciones parciales.
El último día se realizó la misa de clausura donde dimos gracias a Dios por tanto bien recibido, a Hugo Pissana SJ, director del CEIA, por permitir la realización de esta Escuela de Acompañamiento Ignaciano tan necesaria en estos tiempos; a Estela y Agustín por la calidez y calidad de lo brindado, por la complementariedad y el trabajo en equipo que se sentía y gustaba en cada encuentro y que, según asiduos a cursos del CEIA, no habían experimentado hasta entonces; a cada uno de los participantes por la confianza, la apertura y la disponibilidad para dar y recibir la propia experiencia en esta apasionante misión-don-tarea.
Ese día, además, se realizó la entrega de los Certificados de asistencia y aprobación de la Escuela
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